«La primera proposición fundamental de la Teosofía postula que el universo no es un agregado de diversas unidades, siendo, en verdad, un entero, que los filósofos occidentales denominan “Deidad”, y los vedantistas hindúes, “Para-Brahm.” Se le podría llamar lo No-Manifestado, conteniendo la potencia de cada forma de manifestación con las leyes que gobiernan esas manifestaciones. Además, se enseña que no existe creación de mundos en sentido teológico, dado que su aparición se debe, rigurosamente, a la evolución. Cuando llega el momento para que lo No-Manifestado se manifieste como un Universo objetivo, lo cual ocurre periódicamente, emana un Poder o “La Primera Causa”, así nombrada por ser, ella misma, la raíz sin raíz de esa Causa, llamada, en oriente, la “Causa sin Causa.” A la primera causa podemos denominarla Brahma u Ormazd, Osiris o cualquier nombre que queramos. La proyección, en el tiempo, de la influencia o el llamado “aliento de Brahma”, hace que todos los mundos y los seres que los habitan aparezcan gradualmente. Permanecen en manifestación mientras que esa influencia continúa adelantando en la evolución. Después de eones, la exhalación, la influencia evolucionaria se reduce y el universo comienza a entrar en oscurecimiento o pralaya, hasta que el “aliento”, habiéndose retirado plenamente, no queda objeto alguno, pues nada es más que Brahma. El estudiante debe prestar atención en distinguir entre Brahma (el Parabrahma impersonal) y Brahmâ, el Logos manifestado. En este Epítome no viene al caso hablar de los medios que este poder usa para actuar, sin embargo la Teosofía los trata.

A esta exhalación se le conoce como un Manvantara o la manifestación del mundo entre dos Manus (procede de Manu y Antara, “entre”); mientras la finalización de la inhalación trae consigo Pralaya, o destrucción. De estas verdades han brotado las doctrinas erróneas de la “creación” y del “juicio final.” El binomio Manvantara y Pralaya ha ocurrido eternamente y continuará ocurriendo periódicamente y por siempre.

Para el propósito de un Manvantara, se postulan dos principios llamados eternos: Purusha y Prakriti (espíritu y materia), estando ambos siempre presentes y unidos en cada manifestación. Se usan estos términos aquí porque no hay equivalente para ellos en los idiomas europeos. A Purusha se la llama “espíritu” y a Prakriti “materia”, sin embargo este Purusha no es lo no manifestado ni Prakriti es la materia tal como la conoce la ciencia; por eso los Sabios arios declaran la existencia de un espíritu todavía más elevado, llamado Purushottama. La razón de esto es que, durante la noche de Brahmâ o la llamada inhalación de su aliento, Purusha y Prakriti son absorbidos en lo No Manifestado, una concepción igual a la que subyace la expresión bíblica: “permaneciendo en el seno del Padre.”

Lo anterior nos conduce a la doctrina de la Evolución Universal según la explican los Sabios de la Religión-Sabiduría, para ellos el Espíritu o Purusha, procede de Brahma a través de varias formas de materia evolucionadas al mismo tiempo, comenzando en el mundo espiritual, desde lo más elevado y en el mundo material, desde la forma inferior, que la ciencia moderna todavía desconoce. Por lo tanto: cada forma mineral, vegetal y animal encierra una chispa de lo Divino, una porción del Purusha indivisible. Dichas chispas luchan por “regresar al Padre” o, en otra palabras, por garantizarse la auto-conciencia, entrando, finalmente, en la forma más elevada en la tierra: la humana, donde sólo la auto-conciencia es posible para ellas. El periodo, calculado en tiempo humano, durante el cual esta evolución se desenvuelve, abarca millones de edades. Por lo tanto, cada chispa de divinidad tiene millones de edades para llevar a cabo su misión: la completa obtención de la auto-conciencia en la forma humana. Lo anterior no implica que el mero acto de entrar en una forma humana confiere a la chispa divina la auto-conciencia. Ese gran trabajo puede o no puede realizarse durante el Manvantara en el que una chispa Divina alcanza la forma humana, dependiendo, todo, de la voluntad y los esfuerzos individuales. Entonces, cada espíritu particular pasa por el Manvantara o penetra en la manifestación para su propia edificación y la del Entero. Así es como van desarrollándose gradualmente los Mahatmas y los Rishis durante un Manvantara, en cuyo final se convierten en espíritus planetarios que guían la evolución de otros planetas futuros.  Los espíritus planetarios de nuestro globo son aquellos que en Manvantaras previos o los días de Brahmâ, se esforzaron, convirtiéndose en Mahatmas a lo largo de ese vasto periodo.

Cada Manvantara tiene el mismo fin y propósito, para que los Mahatmas que ahora han alcanzado estas cumbres, o quienes puedan llegar a ser tales, en los años sucesivos del presente Manvantara, serán, probablemente, los espíritus planetarios del próximo Manvantara de este planeta o de otros. Por ende se constata que dicho sistema se basa en la identidad del Ser Espiritual y, bajo el nombre de Hermandad Universal, constituye la idea básica de la Sociedad Teosófica, cuyo objetivo consiste en la realización de la Hermandad entre seres humanos.»

(Extracto de Un Epítome de la Teosofía, W.Q.Judge. Traducción de la LUT de Los Ángeles)

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